viernes, 8 de abril de 2016

MAQUINA DE COSER SINGER.

Once días del año 1850. Este exiguo período fue el punto de inflexión en la vida de Isaac Merrit Singer. En esos días, el inventor recibió el encargo de reparar una máquina de coser en su taller de Boston y, en lugar de resolver el problema, decidió desarrollar un nuevo sistema para el artefacto. Esta decisión fue el germen del mayor fabricante de máquinas de coser del mundo.


Quizá no fuese el inventor más lúcido de su tiempo, pero Singer demostró ser uno de los empresarios más tenaces. Comprendió antes que sus competidores que el negocio iba mucho más allá de los mecanismos internos de la máquina.

La principal aportación de Singer al sistema de cosido fue el desplazamiento vertical de la aguja, evolución que solucionó los problemas que ésta generaba al enredarse con el hilo. Resuelta esta cuestión y ajustada la cadencia de las puntadas hasta doscientas por minuto, el inventor se transformó en gestor de la empresa I.M. Singer&Company. El abogado neoyorkino Edward Clark, el hombre que había llevado al taller de Singer la vetusta máquina Lerow and Blodgett para que se la reparase, se convirtió en su primer socio.

Las máquinas producidas por la compañía comenzaron a incorporar paulatinamente las mejoras disponibles en el mercado y en 1858 Singer desarrolló la primera máquina de coser doméstica. Siete años más tarde, la I.M. Singer&Company se convirtió en la Singer Manufacturing Company, la principal empresa de fabricación de máquinas de coser del mundo. Las disputas con otras compañías llegaron por las patentes de los sistemas incuidos en algunos modelos, que hubieron de ser resueltas en los tribunales.

Primera máquina patentada por Singer, 1851. Por mediastorehouse.com

Los problemas con la justicia no frenaron a Singer. En las primeras décadas del XIX, los fabricantes desarrollaban sin descanso sistemas de cosido similares y los tribunales debían dilucidar a menudo quién había sido el pionero1. El inventor Elias Howe ganó a Singer el juicio por infracción de una de las patentes, pero la compañía mantuvo su inercia de crecimiento.
Singer había decidido que, en lugar de pelear por la primacía tecnológica, definiría un nuevo campo de batalla: sus diseños se hicieron cada vez más refinados y sus sistemas de cobro cada vez más asequibles para una economía media.

Logotipo de la compañía. Por www.historiasdegrandesexitos.com

Por eso las máquinas Singer se reconocen en sus líneas herederas del diseño de finales del XIX. Muchas de ellas recogen influencias Art-Nouveau en su organicismo, en sus excesos ornamentales y en su pretendida elegancia. Tanto las máquinas con sistemas de manivela como las de pedal buscaban seducir al comprador a través de la vista, y en este ámbito el modelo 15K es el símbolo del fabricante americano. Una pieza que parece haber nacido de la voluntad de ‘imprimir en su forma ciertos caracteres venerables y bellos, aunque inútiles desde otros puntos de vista’.

Máquina Singer. Por  trama-e-ordito.blogspot.com


Singer inventó también nuevos modos de vender un producto. Consciente de que las máquinas de coser eran consideradas un gasto superfluo, decidió ofrecerlas puerta por puerta y proponer innovadores sistemas de pago a plazos. Fue, en cierto modo,  el precursor de las visitas de Spangler con sus revolucionarias aspiradoras –las vacuum machines– y de las posteriores demostraciones in situ de la eficacia del tupperware. Singler convirtió también su compañía en una franquicia, superando así el excesivo localismo en la producción y haciendo posible el crecimiento de la empresa con un gasto asumible.


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